Los ciudadanos del siglo XXI debemos estar preparados para la ciudadanía global, es decir, si queremos llegar a participar en asuntos internacionales debemos adquirir una serie de conocimientos sobre economía, política, historia, antropología y medio ambiente, entre otros, y una serie de valores y actitudes relacionados con la solidaridad y la justicia social, la adquisición de habilidades (la capacidad crítica, la empatía, la capacidad de argumentar, el trabajo en equipo, descodificar imágenes y mensajes.. etc.) que son esenciales para entender y enfrentarse, desde los valores de solidaridad, a los nuevos procesos económicos, sociales, culturales y políticos que rigen el planeta.
Se trata de tener una mayor comprensión sobre las desigualdades planetarias existentes en el reparto de la riqueza y del poder, sus causas y consecuencias. Esto implica saber abordar problemáticas globales que relacionan el desarrollo con los derechos humanos, el medio ambiente, la paz, etc. Y supone un análisis en profundidad sobre las causas de la desigualdad Norte-Sur y sus consecuencias y no sólo sobre sus manifestaciones: pobreza, hambre, catástrofes humanitarias.
Pero adquirir esta serie de competencias no es fácil, los medios de comunicación no nos lo ponen fácil, nos informan según sus intereses, nos sobreinforman e incluso nos mantienen desinformados sobre tema. Es aquí donde la escuela toma una posición importante.
En la escuela se desarrollan unos temas transversales que pueden tratarse en cualquier momento, debido a los temas actuales, porque están en relación con lo tratado en clase, etc. Lo que está claro es que son unos temas importantes que ayudan a los alumnos a adquirir una serie de competencias para desarrollarse como ciudadanos críticos para el desarrollo y por ello hemos de fomentar su desarrollo. No se trata de un contenido más, sino de una actitud que debemos tener ante la enseñanza.
No es un contenido más, sino una actitud ante la enseñanza, que concierne a temas, procedimientos y valores, requiere un aprendizaje activo, relaciones participativas en los procesos de enseñanza-aprendizaje y una visión crítica de los propios contenidos transmitidos, así como un docente que actúe como facilitador en la construcción del conocimiento partiendo de los intereses del alumnado.
En definitiva, es necesario que en las escuelas se adopte este papel para poder conseguir ciudadanos competentes con conciencia de ciudadanía global y partícipes del siglo en el que están viviendo.
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